Hará algo más de un año, por allá por los comienzos de 2010, salió en la prensa local un artículo de la Asociación Protectora de Animales en La Rioja, en donde se hablaba del aumento significativo de abandonos de animales en la época de verano, cuando los dueños que irresponsablemente habían adquirido algún animal (un perrito, por lo general, regalado a alguno de sus hijos como un capricho o un juguete), se cansaban de cuidarlos, o, al irse de vacaciones y no poder llevarse al animal consigo, lo abandonaban a su suerte en mitad de ningún lado (ya en cualquier carretera con el peligro que ello conlleva, ya en cualquier campo o monte, a merced de una naturaleza cruel a la que hace 14.000 años los perros no saben hacer frente y también a merced de todos esos desalmados que, a través de su maldad o a través de sus trampas para los animales de caza terminan dándole muerte).
En el periódico se hacía referencia a que la Asociación Protectora de Animales en La Rioja tenía un Refugio para animales abandonados y/o maltratados, en donde había voluntarios que iban a cuidarlos y a sacarlos de paseo, pero que, pese a ello, y pese al esfuerzo de la Protectora, en la perrera municipal se sacrificaban a un elevadísimo número de animales (actualmente en La Rioja existe un sacrificio anual en la perrera municipal de Logroño de casi 3.000 animales, entre perros y gatos) como para poder salvarlos a todos.
Lo más importante era concienciar de forma masiva a la gente para evitar estas conductas tan nefastas, pero su mensaje no llegaba a todo el público, por lo que el problema aún continuaba. Necesitaban (y necesitan) más ayuda, tanto en el voluntariado (muchos voluntarios acuden para sacarlos de paseo) como apadrinando o adoptando a estos desdichados e indefensos animales, o incluso convirtiendo sus propias casas en casas de acogida para estos cariñosos compañeros (conozco a una pareja que convirtieron su casa en una casa de acogida durante más de un año, y, según sus propias opiniones, no lo cambiarían por nada del mundo; una de las voluntarias tiene en su casa más de media docena de estos compañeros...).
Simplemente había que conocer las historias de la mayoría de los perros que llegaban al Refugio. Y de eso va este Blog. De las historias que nos llegarán al alma y nos harán crecer como personas a través de nuestra crueldad para con los perros, o a través de los actos meritorios de estos animales para con nosotros o para con otros seres, semejantes o no...
Volviendo a lo que iba...
Al leer esto, mi novia, a quien ya le gustaban los perros, me convenció para apadrinar a uno de los perros del Refugio. Dicho y hecho.
Tras dar los datos necesarios a la Asociación, un sábado quedamos con ellos para ir al Refugio, ver a los perritos y elegir a uno a quien apadrinaríamos para darle todo nuestro cariño, jugar con él y sacarle de paseo. Los estuvimos viendo. Era un pabellón lleno de jaulas, en las que podía haber, en cada una de ellas, desde 3 animales hasta 8 ó 10, un lugar de lo más esencial, pero más que suficiente para todos ellos: Un techo, una temperatura adecuada para ellos, comida, bebida... Unos 150 perros en total. Los estuvimos viendo, digo, entre un ruido infernal producido por los ladridos de alegría de todos ellos, porque ya sabían que íbamos a elegir a uno de ellos...
Al final, y tras dar varios paseos por todas las jaulas, Patricia, mi novia, eligió a Blas, un perro sin raza, creo yo, blanco con manchas negras, unos 30 kg, y 9-10 años, que había pasado allí toda su vida, y que se hizo el remolón acercándose a la puerta de la jaula para que le acariciáramos el lomo...
Le sacamos entonces mismo de paseo junto con Andrés, un voluntario de los más entregados, y "enamorado de sus niños" como él dice. Nos dijo cómo debíamos actuar al principio con él (aunque es con todos igual): No podíamos alejarnos mucho del Refugio durante la primera semana, para que se vaya acostumbrando a nosotros y no se asuste por estar lejos de su casita; no acercarlo a otros perros con los que pudiéramos encontrarnos durante el paseo, hasta que le vayamos conociendo... Vamos, de lo más básico para alguien que nunca había tenido perros, como nosotros.
A la semana de llevarlo a pasear, probamos suerte y le soltamos. Blas se alejó entre los olivos y le perdimos de vista. "¡Blas!", le llamamos. Y surgió la sorpresa: Blas vino. Mi novia y yo nos miramos sorprendidos por la obediencia del animal, y nos entró una estupenda sonrisa de emoción. Desde entonces, ya no tuvimos miedo a soltarle.
Sin embargo, Blas tenía problemas en sociedad: Era muy asustadizo. El Refugio está dentro de un Coto Privado de Caza, y, aunque hay chalets esparcidos por las fincas, Blas se asustaba cada vez que oía un chiflido, unos gritos o, simplemente, unas voces ajenas, aunque serían a lo lejos, y ya se quería volver a la seguridad de su jaula.
Sin embargo, Blas tenía problemas en sociedad: Era muy asustadizo. El Refugio está dentro de un Coto Privado de Caza, y, aunque hay chalets esparcidos por las fincas, Blas se asustaba cada vez que oía un chiflido, unos gritos o, simplemente, unas voces ajenas, aunque serían a lo lejos, y ya se quería volver a la seguridad de su jaula.
Un día de exploración por allí cerca, en otra finca de olivos en donde las hierbas nos llegaban a la cintura, le perdimos de vista. "¡Blas!", gritamos. Y cuál fue nuestra sorpresa: Nada. "¡Blas, ven aquí!". Nada. No se le veía por ningún lado. Mientras Patricia le buscaba por allí, yo me volví sobre mis pasos para ver si se había quedado por el camino o qué había pasado, o si se había vuelto al Refugio. Y así había sido. Blas ya estaba en su jaula. La voluntaria, al verlo llegar a la puerta, e imaginándose que se nos había escapado, lo llevó a su jaula. Lo volví a sacar para terminar el paseo los tres.
A Blas también le daba miedo la botella de agua, y la palangana (sí, sí, la palangana que compramos para darle de beber...), y las dos cosas juntas, porque en cuanto lo veía salir de la mochila ya se quería marchar.
También tenía problemas con otros perros. Siempre agachaba la cabeza, metía el rabo entre las orejas (es broma, entre las patas) y se alejaba.
Ahora, algo más de un año después, a mí me parece el perro más guapo. Ya no tiene miedo de los ruidos fuertes ni de las voces ajenas (aunque sigue levantando las orejas para mirar con atención), ni de los gritos de otros (no le gusta que discutamos entre nosotros, pero si alguna vez lo hacemos, también se quiere ir). Ya se piensa que las botellas de agua son todas para él (lo mismo que la leche y el tupperware). Ya tampoco se marcha de vuelta al refugio, ni tiene problemas de obediencia, es más, ha aprendido un montón de cosas. Aunque, eso sí, el problema social no ha sido superado, lo ha cambiado: Desde que otro perro del Refugio intentara montarle varias veces sin que su padrino hiciera nada por evitarlo, y tras acabar con la paciencia del santo Blas, Blas se volvió y a poco se lo come. Jajaja!!! Pero parece que Blas lo ha entendido mal, y ahora se tira a por cualquier perro o perra que se le acerque demasiado, y también a las personas desconocidas cuando es mi novia la que le saca sola de paseo. Pero ése es un problema menor: Blas se ha convertido en un perro guardián. Guardián, o celoso, o yo que sé!
Pero Blas nos ha cogido muchísimo cariño, y nos lo demuestra día a día porque nos recibe con gran alegría, dándonos abracitos y besitos a su manera perruna...
Y ASÍ ES BLAS!!!
Nosotros, mientras tanto, estamos muy contentos de haberle apadrinado, y en un futuro, cuando tengamos casa, ya veremos...
Total, ¿qué son 6 euros al mes? Pues nada. Y con esos 6 euros mensuales que cuesta apadrinar a un perro, la Asociación Protectora de Animales en La Rioja puede hacer frente a los gastos de manutención y cuidados veterinarios que necesiten, algo necesario para poder continuar manteniendo a nuestros queridos amigos los perros!
Algunas noticias relacionadas aquí:
0 comentarios:
Publicar un comentario