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Un triste final: La corta historia de Sito

29 oct 2011

No recuerdo si fue a mediados o a finales de agosto de este año, 2011, mientras paseábamos a nuestro apadrinado, Blas, como es costumbre, y cuando ya regresábamos al Refugio, un Pointer bastante delgado nos empezó a seguir. Era cariñoso, y se veía que estaba abandonado. Aunque nos dolió, tampoco nos extrañó: Había terminado la temporada de caza y hay muchos cazadores por la zona.

Tras unos minutos de duda, decidimos llevarle al Refugio para que le pasaran el lector de chips y comprobar si estaba identificado. El resultado, como habíamos temido, fue negativo. El perro no tenía chip.

No había sitio para él, así que nos dijeron que le bajásemos a la Sede de la Protectora para intentar buscarle un sitio donde poder alojarle. Tras llamar a muchos voluntarios y Guarderías Caninas, y con el esfuerzo Monse, Javi, Ceci, conseguimos un lugar para que pasase la noche. Al día siguiente le llevarían a una Guardería en San Vicente de la Sonsierra, La Burra Lola, donde nosotros le pagaríamos el alojamiento hasta que hubiera sitio en el Refugio o alguien lo pudiera acoger en su casa, en nuestras conocidas Casas de Acogida. Es complicado, porque muchos voluntarios tienen sus casas ya llenas de animales y no pueden acoger más, pero había que intentarlo, o tener la esperanza de que alguien adoptara a uno del Refugio para que el Pointer, a quien habíamos llamado Sito -porque cuando lo encontramos estaba en los huesitos el pobre-, encontrara un pequeño hueco ahí mismo. Nosotros le apadrinaríamos a él también.

Por el momento, bien...

Pero a mediados de este mes - octubre -, nos llamaron. Sito había empezado a vomitar, y no podía comer sin vomitarlo después, así que ya ni lo intentaba. No había desayunado, ni comido, y el día anterior a llamarnos, tampoco había cenado. Había que llevarlo al veterinario.

Le llevamos el mismo día, y le explicamos lo que le pasaba. Le hicieron una analítica y una ecografía, con la que le encontraron una masa tumoral junto a las glándulas adrenales. Era masa blanda, pues no la habían notado en el palpamiento. Dijo que creía que no le afectaba a las glándulas, porque la sintomatología es distinta a la que tenía Sito, así que nos recetó un protector estomacal tras haberle puesto una inyección para no vomitar, y nos lo volvimos a llevar a la Guardería. Mientras, en el veterinario, esperarían a ver los resultados del análisis de sangre.

A los dos días nos llamaron del veterinario para decirnos que la analítica estaba bien, que la tenía normal... Pero ya era tarde. Nos había llamado poco antes de La Burra Lola para decirnos que tampoco había comido desde la noche anterior, y había empezado a vomitar (como las veces anteriores, y según nos dijo Laura, la de la Guardería, los vómitos eran "como agua sucia"). Así que le volvimos a llevar al veterinario. Esta vez lo dejaron ingresado el fin de semana. El lunes, el veterinario nos dijo que había comido bien, pero comida blanda, y que no había vomitado. Así, que otra vez de vuelta a la Guardería. Se lo explicamos a Laura, y dijo que le daría de comer cositas blandas y recién hechas.

Al día siguiente, Laura nos volvió a llamar. El día anterior, Sito había comido bien y también había cenado, y no había vomitado. Pero al entrar por la mañana a su habitación, estaba toda la habitación llena de vómitos y Sito no estaba bien. De vuelta al veterinario. Lo volvieron a dejar ingresado.

Pero al día siguiente nos llamaron de la Protectora: "Mañana van a dormir a Sito. ¿Podréis ir para estar con él? Lo van a hacer a las 15.30 h." "Claro que sí. Allí estaremos."

Con la preocupación propia de la situación, estuvimos allí junto a Cecilia, voluntaria de la Protectora. Tras un ratito allí esperando, el veterinario salió y nos dijo que no lo iban a hacer, que iban a mirarle de nuevo los niveles - no sé cuáles - en la analítica. Nos fuimos algo más tranquilos, aunque tampoco mucho. Ya nos había dicho el veterinario que no tuviésemos muchas esperanzas.

Al día siguiente, Ceci me mandó un mensaje: "Hoy duermen a Sito a la misma hora." Ese día fue ayer.

A las 15.30 h. estaba allí. Ya no había esperanza ninguna. Entramos a la habitación. Sito salió de la jaula, tembloroso, con el rabo entra las piernas, no tenía ni un gramo de grasa y, como consecuencia, estaba helado.

Tras darle unos mimitos, le subimos a la camilla. Mientras seguíamos dándole cariño, el veterinario le puso la primera inyección -ya tenía la vía cogida, así que no había pinchazos-, un fuerte sedante. En unos pocos segundos, le sujetamos la cabeza a Sito, pues nos había advertido de que el sedante haría que se cayera. Sito respiraba ya tranquilo, tumbado completamente. Nos dejó que le siguiéramos dando caricias antes de proceder con la segunda inyección, que sería la última. Mientras Sito seguía agradeciendo nuestras caricias, la vista se le dirigió más y más hacia el vacío, y dejó de respirar. Con una pena muy profunda salimos de la habitación, casi sin hablar para no llorar. Con tristeza por lo que había pasado, pero con paz por saber que se había ido sin sufrir, marché del veterinario pensando si algún pariente suyo habría venido a buscarle para acompañarle a un lugar mejor...

Había sido un buen perro, manso, tranquilo y cariñoso. Nos queda muy buen recuerdo.

Ahora os pregunto: ¿No es mejor hacerse cargo de un compañero canino que llegar a esta situación?
Y si nos encontramos alguno, ¿lo dejaríais a su suerte para que muera de hambre o atropellado por algún coche? ¿No será mejor que tenga un final agradable? Al fin y al cabo, ellos nos dan todo su cariño...

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