Sin embargo, no sólo comparten con los otros animales un sistema nervioso central que les permite sufrir, sino que al estar diseñados para los medios acuáticos, esta sensibilidad es todavía mayor, más sofisticada, pues son perceptivos a algunos estímulos exógenos incluso en el agua, estímulos imperceptibles para el ser humano y para muchos otros animales.
Cuando un pez es sacado del agua, su sensibilidad se asemeja a la un ser humano sin la epidermis. Imaginemos el sufrimiento que sienten en los barcos cuando son pescados, aplastándose unos a otros, frotándose sus cuerpos, "como sin epidermis", mientras se retuercen muriendo lentamente de asfixia y sin anestesia ni eutanasia previa.
Y, además, ni tan sólo son individuos, pues la industria pesquera los cuenta por toneladas.
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